Después de un diálogo significativo con Nicodemo sobre el renacer espiritual y la salvación, Jesús se mueve a un entorno más comunitario con sus discípulos en la región de Judea. Este periodo se caracteriza por la convivencia íntima y la enseñanza, donde Jesús se dedica al desarrollo espiritual de sus discípulos. Aunque no se menciona explícitamente que Jesús realice los bautismos en este versículo, el bautismo es un ritual significativo que representa el arrepentimiento y el compromiso con una nueva vida en la fe. Este acto subraya el poder transformador del mensaje de Jesús y la importancia de las expresiones externas de una fe interna.
En este contexto, Jesús modela la esencia del discipulado, que implica pasar tiempo juntos, aprender y prepararse para la misión que les espera. Este pasaje refleja los aspectos de cuidado y relación en el ministerio de Jesús, enfatizando el valor de la comunidad y el crecimiento personal. Nos recuerda la importancia de ser parte de una comunidad de fe donde los creyentes pueden apoyarse y aprender unos de otros, creciendo en su comprensión y práctica de la fe.