En el contexto de la Última Cena, se está produciendo un acontecimiento significativo. El diablo ya ha influido en Judas Iscariote, uno de los discípulos más cercanos a Jesús, para que lo traicione. Este momento subraya la realidad de la guerra espiritual y la presencia del mal, incluso en los entornos más sagrados. Nos recuerda que la tentación puede alcanzarnos en cualquier momento, instándonos a ser vigilantes y a orar. A pesar de conocer las intenciones de Judas, Jesús sigue mostrando amor y humildad, lavando los pies de los discípulos y compartiendo una comida con ellos. Este acto de gracia y servicio es una poderosa lección sobre el perdón y la compasión, enseñándonos a amar a los demás incluso cuando enfrentamos traiciones o adversidades. Nos desafía a reflexionar sobre nuestras propias vidas, a reconocer las influencias que pueden desviarnos y a buscar fortaleza y guía a través de la oración y la fe. El versículo nos llama a mantenernos firmes en nuestro compromiso de seguir el ejemplo de amor y humildad de Jesús, incluso cuando nos enfrentamos a pruebas.
Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase;
Juan 13:2
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