En este pasaje, vemos a Moisés, un líder y profeta venerado, expresando temor ante la presencia de Dios. Este momento subraya el inmenso poder y la santidad de Dios, que pueden evocar un sentido de asombro y miedo incluso en las personas más fieles. Moisés, quien guió a los israelitas fuera de Egipto y recibió los Diez Mandamientos, es retratado aquí temblando de miedo. Esta reacción no es de cobardía, sino un profundo reconocimiento de la abrumadora presencia y majestad de Dios.
El contexto de este versículo hace referencia a los eventos en el Monte Sinaí, donde Dios dio la ley a los israelitas. La montaña estaba envuelta en humo y fuego, y la voz de Dios era tan poderosa que causó miedo entre el pueblo. El temor de Moisés ilustra la gravedad y seriedad de encontrarse con lo divino. Para los creyentes hoy, esto sirve como un recordatorio para acercarse a Dios con reverencia y respeto, reconociendo Su grandeza y nuestra propia humildad. También nos consuela saber que sentir miedo o asombro en asuntos espirituales es una experiencia humana natural y compartida, incluso entre los más devotos.