Er, el primogénito de Judá, es notable por su maldad, lo que es lo suficientemente significativo como para que Dios intervenga. Este relato subraya la creencia de que Dios no solo está consciente del comportamiento humano, sino que también participa activamente en la administración de la justicia. La muerte de Er sirve como una advertencia sobre las consecuencias de vivir en oposición a los estándares divinos. Esta historia recuerda a los creyentes la importancia de alinear su vida con los principios divinos y las posibles repercusiones de no hacerlo.
El relato de Er forma parte de una narrativa más amplia que involucra a la familia de Judá, la cual ilustra temas de pecado, responsabilidad y redención. Invita a la reflexión sobre la naturaleza de la justicia y la misericordia de Dios, alentando a las personas a examinar sus propias vidas y esforzarse por la rectitud. La historia también destaca el tema bíblico de que los juicios de Dios son tanto justos como intencionados, con el objetivo de guiar a la humanidad hacia una relación más fiel y obediente con Él.