La circuncisión fue instituida como una señal del pacto entre Dios y Abraham, marcando a los descendientes de Abraham como el pueblo elegido de Dios. Este acto físico simbolizaba un compromiso espiritual más profundo de vivir de acuerdo con la voluntad de Dios y ser parte de Su comunidad santa. En tiempos antiguos, los pactos eran acuerdos serios, y romperlos tenía consecuencias significativas. Para los israelitas, la circuncisión no era solo una práctica cultural o religiosa; era una señal vinculante de su identidad y relación con Dios.
El mandato de la circuncisión era una forma de distinguir a los israelitas de otras naciones, sirviendo como un recordatorio constante de su relación única con Dios. Al no adherirse a este mandato, un individuo era visto como alguien que rechazaba esta relación especial y las responsabilidades que venían con ella. Esta separación de la comunidad tenía tanto consecuencias físicas como espirituales, enfatizando la importancia de la obediencia y la fidelidad en el mantenimiento del pacto con Dios. Este pasaje subraya la seriedad del compromiso en el viaje espiritual de uno y la importancia de las señales externas que reflejan la fe interior.