En la visión de Ezequiel, el altar de madera representa un elemento central de la adoración en el templo. Sus dimensiones—tres codos de altura y dos codos de largo—indican una estructura modesta pero significativa, subrayando la idea de que la adoración no se trata de grandiosidad, sino de la postura del corazón hacia Dios. El altar está hecho completamente de madera, un material que sugiere tanto simplicidad como accesibilidad, reforzando la noción de que Dios desea una adoración genuina de Su pueblo.
La descripción del altar como "la mesa que está delante del Señor" resalta su papel como un lugar de ofrenda y comunión. En el antiguo Israel, los altares eran lugares donde se ofrecían sacrificios, simbolizando la expiación y el agradecimiento. Esta visión recuerda a los creyentes que sus ofrendas, ya sean de alabanza, oración o servicio, deben presentarse con sinceridad y reverencia. La presencia del altar en la visión sirve como un poderoso recordatorio de la santidad de Dios y del privilegio de poder acercarse a Él en adoración. Invita a los cristianos a reflexionar sobre sus propias prácticas de adoración, asegurándose de que estén centradas en Dios y no meramente en rituales externos.