En este pasaje, Dios habla a través de Ezequiel para expresar Su profunda angustia por las acciones de los israelitas. Este pueblo, elegido por Dios y bendecido con Su pacto, ha decidido alejarse de Él para rendir culto a ídolos. Esta idolatría no es solo un asunto de adorar a otros dioses; implica el horrendo acto de sacrificar a sus propios hijos. Tales sacrificios eran parte de rituales paganos, y al participar en ellos, los israelitas estaban abandonando su identidad y relación con Dios.
La mención de 'fornicación' es metafórica, simbolizando la infidelidad espiritual de los israelitas. En términos bíblicos, Dios a menudo utiliza la metáfora del matrimonio para describir Su relación con Su pueblo. Así, cuando se vuelven hacia otros dioses, es como si fueran infieles en un matrimonio. Este versículo es un recordatorio contundente de la seriedad de la idolatría y de los extremos a los que puede llevar a las personas, alejándolas de su verdadero propósito y llamado.
Para los lectores modernos, este pasaje invita a reflexionar sobre lo que podría estar tomando precedencia sobre la relación con Dios. Desafía a los creyentes a considerar sus propios 'ídolos' y a realinear sus vidas con su fe, asegurándose de que nada ocupe el lugar de Dios en sus corazones.