En este pasaje, Dios ordena a Moisés que instruya a Aarón para que use su vara y convierta las aguas de Egipto en sangre. Este es el primer milagro de las diez plagas que Dios envía sobre Egipto, cada una diseñada para obligar al faraón a liberar a los israelitas de la esclavitud. La transformación del agua en sangre no es solo un cambio físico, sino un símbolo profundo del juicio divino. Afecta todas las fuentes de agua, desde ríos y canales hasta estanques, ilustrando la totalidad del poder de Dios y la seriedad de la situación.
Este evento milagroso cumple múltiples propósitos. Es un desafío directo a los dioses egipcios, particularmente aquellos asociados con el Nilo, que era considerado una fuente de vida y prosperidad en Egipto. Al convertir el Nilo en sangre, Dios demuestra Su superioridad sobre estas deidades. Además, es un mensaje claro para el faraón sobre las consecuencias de su obstinación y su negativa a obedecer el mandato de Dios. Esta plaga es un momento crucial que establece el tono para las plagas posteriores, cada una aumentando en severidad, resaltando la incansable búsqueda de Dios por la justicia y la liberación de Su pueblo.