En este pasaje, Dios habla con Moisés, dándole una misión para comunicarse con los líderes de la comunidad israelita. Al referirse a sí mismo como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, Dios establece una continuidad con las promesas hechas a los patriarcas. Esta conexión es crucial porque asegura a los israelitas que su sufrimiento actual en Egipto no ha pasado desapercibido para Dios. Él no es una deidad distante, sino uno que está íntimamente involucrado en su historia y futuro.
La mención de los ancianos subraya la importancia del liderazgo y la comunidad en el plan de Dios. Moisés debe compartir el mensaje de Dios con ellos, asegurando que el pueblo entienda que su liberación es parte de una promesa divina. El reconocimiento de su sufrimiento por parte de Dios es significativo; muestra su empatía y compromiso con la justicia. Este mensaje está destinado a inspirar esperanza y fe, animando a los israelitas a confiar en el tiempo y el propósito de Dios. Es un poderoso recordatorio de que Dios es consciente de las luchas humanas y está trabajando activamente hacia la redención y la libertad.