La unción con aceite en la antigua Israel era un acto profundamente simbólico, representando la separación de un individuo para un propósito sagrado. Este ritual se utilizaba a menudo para sacerdotes, reyes y profetas, significando que eran elegidos por Dios y dotados de Su Espíritu para cumplir con sus roles. El aceite, un bien preciado, simbolizaba riqueza y abundancia, y su aplicación era una manifestación física de la bendición y empoderamiento de Dios. Al ungir a alguien, la comunidad reconocía la autoridad y presencia de Dios en la vida de esa persona, confiándole responsabilidades significativas.
El verter aceite sobre la cabeza no era solo un acto ceremonial, sino un gesto espiritual profundo. Indicaba que la persona estaba bajo la protección y guía de Dios, equipada para liderar o servir de acuerdo con la voluntad divina. Esta tradición también apuntaba a la futura unción de Jesucristo, el Mesías, cuyo nombre significa 'El Ungido'. Para los cristianos, esta práctica anticipa la unción de los creyentes con el Espíritu Santo, marcándolos como propiedad de Dios y capacitándolos para el servicio espiritual. Así, el acto de la unción es tanto una práctica histórica como un símbolo continuo de la presencia y propósito de Dios en la vida de Su pueblo.