En este versículo, Dios instruye a los israelitas a no oprimir a los extranjeros, recordándoles su propia experiencia como extraños en Egipto. Este mandato se basa en la empatía y la justicia, instando a los israelitas a tratar a los demás con la misma amabilidad y equidad que desearían para sí mismos. Al recordar su propia historia de opresión y dificultades, se les llama a actuar con compasión hacia aquellos que son diferentes. Este principio no solo se trata de justicia legal o social, sino también de cultivar un corazón de empatía y comprensión.
El versículo destaca la importancia de recordar las propias experiencias y usarlas como guía para tratar a los demás. Habla de los valores cristianos universales de amor, compasión y hospitalidad, animando a los creyentes a extender gracia y amabilidad a todas las personas, especialmente a quienes pueden estar marginados o vulnerables. Este mensaje es relevante en todos los tiempos y culturas, recordándonos que nuestra humanidad compartida debe inspirarnos a actuar con amor y justicia.