En la antigua comunidad israelita, Dios ordenó la observancia de tres festivales principales cada año. Estas festividades no eran solo rituales religiosos, sino que estaban profundamente arraigadas en la vida social y espiritual del pueblo. Servían como recordatorios de la liberación pasada de Dios, Su provisión continua y Sus promesas futuras. Los festivales incluían la Fiesta de los Panes Sin Levadura, la Fiesta de la Cosecha y la Fiesta de la Recolección. Cada uno tenía su propia importancia, marcando eventos significativos en el calendario agrícola y en la historia de Israel.
Estas celebraciones eran oportunidades para que los israelitas se reunieran, reforzando su identidad como una comunidad elegida por Dios. Eran tiempos de alegría, descanso y reflexión, permitiendo a las personas alejarse de sus rutinas diarias para enfocarse en su relación con Dios. Los festivales también promovían la justicia social, ya que incluían disposiciones para los pobres y los extranjeros, asegurando que todos pudieran participar en la alegría de la comunidad. Hoy en día, este principio nos anima a encontrar momentos regulares para detenernos, celebrar y expresar gratitud por las bendiciones que recibimos, fomentando un espíritu de unidad y agradecimiento.