Moisés, criado en la corte real egipcia, enfrenta una crisis tras matar a un egipcio que golpeaba a un esclavo hebreo. Este acto de defensa hacia su pueblo trae graves consecuencias, ya que el faraón busca matarlo. La huida de Moisés a Madián representa un punto de inflexión en su vida, pasando de las comodidades de la realeza egipcia a la incertidumbre del exilio. En Madián, Moisés inicia un período de transformación, viviendo como un humilde pastor y aprendiendo las costumbres del desierto, lo cual será crucial para su liderazgo entre los israelitas.
Este pasaje subraya temas de justicia e identidad, ya que Moisés lidia con su doble identidad como hebreo criado en la cultura egipcia. También resalta el concepto de tiempo y preparación divina, ya que las experiencias de Moisés en Madián lo preparan para su futuro papel como líder y profeta. Este período de exilio no es solo una escapatoria física, sino un viaje espiritual que moldea a Moisés en la persona que Dios tiene destinado que sea. El pozo donde se sienta simboliza un lugar de descanso y reflexión, marcando el inicio de su nueva vida y misión.