En la oscuridad de la noche, Egipto se sumió en un luto profundo mientras se desataba la última plaga, que resultó en la muerte de todos los primogénitos. Este evento fue un golpe devastador para el Faraón, sus oficiales y todos los egipcios, ya que ninguna casa quedó sin sufrir una pérdida. El clamor que resonaba por toda la tierra era un testimonio del profundo dolor y la desesperación que invadieron a la nación. Este momento fue un punto de inflexión crucial en la narrativa del éxodo de los israelitas de Egipto, culminando una serie de plagas que Dios envió para convencer al Faraón de liberar a su pueblo de la esclavitud.
La tristeza en Egipto contrasta con la esperanza y la libertad que aguardaban a los israelitas. Este pasaje destaca el tema de la justicia divina y la liberación, mostrando que la intervención de Dios fue tanto un juicio contra el régimen opresor del Faraón como el cumplimiento de Su promesa de liberar a Su pueblo. Nos invita a reflexionar sobre el poder de la liberación divina y la esperanza que puede surgir incluso en las circunstancias más desafiantes, recordándonos que Dios está activamente involucrado en los asuntos de la humanidad, trabajando para cumplir Sus propósitos.