En este versículo, el apóstol Pablo habla sobre un misterio divino que era desconocido para las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado a través del Espíritu Santo a los apóstoles y profetas. Este misterio se refiere al plan de salvación de Dios y a la inclusión de todas las personas, tanto judíos como gentiles, en una sola familia espiritual a través de Cristo. Esta revelación representa un cambio significativo del antiguo pacto, donde las promesas de Dios se entendían principalmente en el contexto de Israel, a un nuevo pacto que abraza a toda la humanidad.
El versículo subraya el papel del Espíritu Santo como revelador de verdades divinas, enfatizando que la comprensión espiritual no se logra solo a través de la sabiduría humana, sino mediante la revelación divina. Esta nueva comprensión fomenta la unidad entre los creyentes, animándolos a ver más allá de las divisiones culturales y étnicas y a abrazar una identidad compartida en Cristo. Es un llamado a reconocer el poder transformador del amor y la gracia de Dios, que trasciende todas las fronteras y reúne a las personas en un camino de fe común.