Og, el rey de Basán, es recordado como el último de los refaítas, un grupo asociado con gigantes en tiempos antiguos. Su cama, hecha de hierro y que mide más de cuatro metros de largo y dos de ancho, es un testimonio de su extraordinario tamaño y fuerza. Este detalle no es solo una nota histórica, sino que enfatiza la formidable naturaleza de los enemigos que enfrentó Israel. El hecho de que un rey tan poderoso fuera derrotado por los israelitas resalta la naturaleza milagrosa de su victoria y la intervención de Dios en su favor.
La mención de la cama de Og, que aún se encuentra en Rabat de los amonitas, sirve para autenticar el relato histórico, proporcionando un vínculo tangible con el pasado. Para los israelitas, superar a un enemigo tan gigante habría sido un poderoso recordatorio de la promesa y el poder de Dios. Esto asegura a los creyentes que, sin importar cuán desafiantes sean las circunstancias que enfrenten, con fe y confianza en Dios, pueden superar incluso los mayores obstáculos. Este pasaje anima a confiar en el apoyo divino y a creer que con Dios, todas las cosas son posibles.