El trayecto desde Cades Barnea hasta el cruce del valle de Zered abarcó 38 años, un periodo significativo en la historia de Israel. Este tiempo estuvo marcado por el fallecimiento de la generación de hombres de guerra que inicialmente dudaron de la promesa de Dios de entregarles la Tierra Prometida. Su incredulidad y falta de fe les llevaron a ser excluidos de la entrada a la tierra, tal como Dios había declarado. Este pasaje resalta el cumplimiento de la palabra de Dios y sirve como un recordatorio conmovedor de las consecuencias de la desobediencia y la falta de fe.
A medida que los israelitas se preparaban para cruzar el valle de Zered, una nueva generación estaba surgiendo, una que no había experimentado la salida inicial de Egipto, sino que había crecido en el desierto. Esta transición simboliza un cambio de una era de duda a una de renovada esperanza y confianza en las promesas de Dios. El versículo subraya la importancia de la fidelidad y la obediencia a Dios, ilustrando que, aunque las promesas de Dios son seguras, requieren una respuesta de confianza y compromiso por parte de su pueblo. También es un testimonio de la paciencia de Dios y su fidelidad duradera a su pacto, mientras se prepara para cumplir su promesa a la nueva generación.