En este pasaje, se enfatiza el papel de la justicia en el mantenimiento del tejido moral y ético de una comunidad. Cuando se hace justicia, actúa como un poderoso disuasor contra el mal. La comunidad es testigo de las consecuencias de las acciones malvadas, lo que infunde un sentido de temor y respeto por la ley. Este temor no se trata de vivir en terror, sino de comprender la seriedad de las acciones que perjudican a otros y a la comunidad en su conjunto.
El principio aquí es crear una sociedad donde se anime a las personas a vivir rectamente y evitar acciones que puedan llevar al daño o al caos. Al asegurar que la justicia sea visible y efectiva, la comunidad puede fomentar un ambiente donde se mantenga la paz y el orden. Este enfoque no solo castiga al infractor, sino que también educa a los demás sobre la importancia de vivir de acuerdo con estándares morales y éticos. Es un llamado a la responsabilidad colectiva, donde cada miembro de la comunidad desempeña un papel en el mantenimiento de la justicia y la rectitud.