En la antigua Israel, la práctica del diezmo no solo era un deber religioso, sino también una red de seguridad social. Cada tres años, el pueblo debía traer un décimo de sus productos y almacenarlo en sus ciudades. Este diezmo se reservaba específicamente para apoyar a los levitas, quienes estaban dedicados a las funciones religiosas y no tenían herencia de tierras. Además, proporcionaba para los extranjeros, huérfanos y viudas, que a menudo eran los más vulnerables en la sociedad. Este mandamiento subraya la importancia del cuidado comunitario y la justicia social. Recuerda a los creyentes su responsabilidad de cuidar a aquellos que podrían estar marginados o en necesidad. Al asegurar que todos tuvieran acceso a alimentos y recursos, los israelitas estaban viviendo un principio de amor y generosidad que es central en muchas tradiciones de fe. Esta práctica puede inspirar a los creyentes modernos a considerar cómo pueden contribuir al bienestar de sus comunidades, asegurando que nadie quede sin apoyo.
Al fin de cada tres años, sacarás todos los diezmos de tus productos de aquel año, y los pondrás dentro de tus ciudades.
Deuteronomio 14:28
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