El plan divino de Dios para la redención de la humanidad no fue un desarrollo repentino, sino un cumplimiento cuidadosamente orquestado de las profecías pronunciadas por los profetas. El sufrimiento del Mesías, Jesucristo, fue una parte central de este plan, tal como se había anunciado en las Escrituras. Este versículo destaca la consistencia y la fidelidad de la palabra de Dios, demostrando que lo que Él promete, lo lleva a cabo. Los profetas, a través de la inspiración divina, hablaron de un Mesías que sufriría por la salvación de la humanidad. Esto no fue simplemente un evento histórico, sino un momento crucial en la historia redentora de Dios.
Comprender esto ayuda a los creyentes a ver el panorama más amplio de la obra de Dios a lo largo de la historia. Les asegura que incluso en tiempos de dificultad o cuando las cosas parecen inciertas, las promesas de Dios permanecen firmes. Sus planes no son frustrados por las acciones humanas o las circunstancias. En cambio, se desarrollan en su perfecto tiempo y sabiduría. Esta certeza puede fortalecer la fe, proporcionando una base de esperanza y confianza en el plan eterno de Dios, que siempre es para el bien de aquellos que lo aman.