Durante su viaje misionero, Pablo y Bernabé recorrieron la isla de Chipre, llegando finalmente a la ciudad de Pafos. Allí se encontraron con un hombre llamado Barjesús, quien era tanto un mago judío como un falso profeta. Este encuentro es significativo porque ilustra el complejo entorno espiritual del mundo antiguo, donde diversas creencias y prácticas religiosas se entrelazaban. Barjesús, cuyo nombre significa 'hijo de Jesús' o 'hijo de Josué', representa un sincretismo de elementos judíos y paganos, algo común en el Imperio Romano.
La presencia de Barjesús pone de relieve los desafíos que enfrentaron los misioneros cristianos primitivos. No solo tenían que predicar el Evangelio, sino que también debían confrontar y aclarar malentendidos y enseñanzas erróneas. Tales encuentros ofrecieron a Pablo y Bernabé la oportunidad de demostrar la verdad y el poder del mensaje cristiano, lo que a menudo conducía a momentos significativos de revelación y conversión. Esta narrativa prepara el terreno para los eventos posteriores en Pafos, donde el poder del Evangelio se revelaría aún más.