En los primeros días del cristianismo, el mensaje de Jesús se compartía principalmente entre comunidades judías. Sin embargo, a medida que los apóstoles y los primeros creyentes comenzaron a difundir el Evangelio, se hizo evidente que el mensaje de Dios estaba destinado a toda la humanidad, no solo al pueblo judío. La noticia de que los gentiles estaban recibiendo la palabra de Dios fue un hito. Significó un cambio fundamental en la misión de la Iglesia primitiva, enfatizando que la salvación ofrecida a través de Jesucristo estaba disponible para todos, sin importar su origen étnico o cultural.
Este desarrollo fue tanto emocionante como desafiante para la Iglesia primitiva. Requirió que repensaran los límites tradicionales y abrazaran una visión más inclusiva del reino de Dios. La aceptación de los gentiles en la comunidad de fe fue un testimonio del poder transformador del Evangelio y su capacidad para unir a grupos diversos bajo la bandera del amor de Cristo. Este momento en la historia de la Iglesia primitiva sirve como un recordatorio del alcance expansivo de la gracia de Dios y del llamado a los creyentes a compartir este mensaje con todas las personas.