La carta comienza con un saludo del anciano, comúnmente considerado como el apóstol Juan, dirigiéndose a una 'señora elegida por Dios' y a sus hijos. Esta mujer probablemente es una persona influyente dentro de la comunidad cristiana primitiva, posiblemente representando a una iglesia local. El anciano expresa su amor por ellos, fundamentado en la verdad del Evangelio, que es un tema central en los escritos de Juan. Esta verdad no es solo un conjunto de creencias, sino una forma de vida que une a la comunidad. La mención de 'todos los que conocen la verdad' sugiere una comunión más amplia de creyentes que comparten este amor y compromiso con la verdad. Este saludo establece el tono de la carta, enfatizando la importancia de la verdad y el amor como elementos fundamentales de la vida cristiana. Anima a los creyentes a mantenerse firmes en estos valores, fomentando un sentido de unidad y propósito dentro de la comunidad. El pasaje sirve como un recordatorio del poder duradero de la verdad y el amor para conectar y sostener a los creyentes a través del tiempo y el espacio.
El mensaje del anciano es atemporal, instando a los cristianos de hoy a valorar y defender la verdad en sus relaciones, asegurando que el amor esté siempre en el centro de sus interacciones. Este enfoque no solo fortalece la fe individual, sino que también construye una comunidad cohesiva y solidaria, reflejando las enseñanzas de Cristo.