Este versículo aborda una verdad fundamental sobre la naturaleza humana: todos pecamos. Subraya la universalidad del pecado y la inevitabilidad de no alcanzar los estándares de Dios. También habla de las consecuencias del pecado, que pueden llevar al desagrado de Dios y resultar en ser entregados a enemigos, simbolizando la cautividad espiritual y a veces física que el pecado puede traer. Sin embargo, el contexto de este versículo, parte de la oración de Salomón, sugiere un camino hacia la redención. Salomón pide a Dios que recuerde a Su pueblo incluso en su pecaminosidad y que sea misericordioso cuando se vuelvan hacia Él. Esto refleja una profunda comprensión de la justicia y la misericordia de Dios, enfatizando que aunque el pecado tiene consecuencias, el amor y el perdón de Dios siempre están disponibles. Anima a los creyentes a ser conscientes de sus acciones, a buscar el arrepentimiento y a confiar en la compasión inquebrantable de Dios. El versículo sirve como un llamado a la humildad, reconociendo nuestra necesidad de la gracia divina en nuestras vidas.
Cuando pequen contra ti (pues no hay hombre que no peque), y te enojes contra ellos, y los entregues delante del enemigo, y sean llevados cautivos a la tierra del enemigo, lejos o cerca;
2 Crónicas 6:36
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