En la iglesia cristiana primitiva, los diáconos desempeñaban un papel fundamental en el servicio a la comunidad y en el apoyo a los apóstoles. Este pasaje establece algunas de las cualificaciones clave para ser diácono. La fidelidad a la pareja se enfatiza, reflejando la importancia de la lealtad y la integridad en las relaciones personales. Esta fidelidad no solo se refiere a la fidelidad marital, sino también a ser confiable y responsable en todas las áreas de la vida.
La capacidad de manejar bien a los hijos y el hogar es otro aspecto crítico. Sugiere que un diácono debe ser capaz de liderar y cuidar a su familia, demostrando la habilidad para guiar a otros. Esta capacidad de gestionar un hogar de manera efectiva se considera un reflejo de la capacidad de manejar responsabilidades dentro de la iglesia. El pasaje subraya que el liderazgo en la iglesia comienza con el liderazgo en el hogar, donde el carácter y las habilidades de una persona se desarrollan y ponen a prueba. Al establecer altos estándares para la vida personal y familiar, la iglesia asegura que aquellos en posiciones de liderazgo estén equipados para servir a los demás con sabiduría, compasión e integridad.