En este momento de miedo e incertidumbre, los filisteos se enfrentan a la formidable reputación del Dios de Israel. Erróneamente se refieren al Dios de Israel como 'dioses poderosos', reflejando su visión del mundo politeísta y su malentendido de la creencia monoteísta de los israelitas en un solo Dios. Los filisteos recuerdan los poderosos actos de Dios durante el Éxodo, especialmente las plagas que golpearon a Egipto, que se han vuelto legendarias incluso entre los no israelitas. Este reconocimiento del poder de Dios, a pesar de su falta de comprensión, demuestra el impacto de sus grandes obras.
El miedo de los filisteos es palpable mientras enfrentan la posibilidad de la derrota. Sin embargo, su determinación de luchar revela una respuesta humana común ante la adversidad: el instinto de confrontar los desafíos, incluso cuando se sienten abrumados. Este pasaje subraya el asombro y la reverencia que las acciones de Dios inspiran, sirviendo como un recordatorio de su soberanía y del respeto que Él exige de todas las naciones, independientemente de sus creencias. También ilustra cómo la reputación de Dios lo precede, influyendo en aquellos que encuentran a su pueblo.