En este versículo, Pablo se dirige a los corintios cuestionando si sus enseñanzas se basan únicamente en la sabiduría humana o si están respaldadas por la Ley divina. Al hacerlo, subraya la importancia de fundamentar las enseñanzas espirituales en la autoridad de las Escrituras. Pablo argumenta que sus instrucciones y orientaciones no son solo opiniones personales, sino que están arraigadas en las verdades más amplias y atemporales que se encuentran en la Ley de Dios. Este enfoque tranquiliza a los creyentes, asegurándoles que su fe no se basa en ideas humanas pasajeras, sino en la sabiduría perdurable de Dios.
La pregunta retórica de Pablo sirve para recordar a los corintios la consistencia y fiabilidad de las enseñanzas divinas. Les anima a mirar más allá de la autoridad humana y a buscar validación y comprensión a través de las Escrituras. Este principio es aplicable a todos los creyentes, instándolos a alinear sus vidas con la palabra de Dios, asegurando que sus creencias y acciones no estén motivadas solo por la cultura o lo personal, sino que estén en armonía con la voluntad divina. Esta alineación proporciona una base sólida para la fe y la práctica, fomentando una conexión más profunda con Dios y una expresión más auténtica de los valores cristianos.