Pablo está preocupado por el comportamiento de los corintios durante sus comidas comunitarias, que debían ser un reflejo de unidad y compañerismo. En cambio, estas reuniones se han convertido en ocasiones de división y egoísmo. Algunos individuos comen sus propias cenas sin tener en cuenta a los demás, lo que lleva a situaciones en las que algunos miembros de la comunidad quedan hambrientos mientras otros se exceden. Este comportamiento contradice el espíritu de la Cena del Señor, que debe ser un momento de compartir e igualdad entre los creyentes.
El versículo sirve como recordatorio de la importancia de la comunidad y la necesidad de cuidar unos de otros. Llama a los cristianos a ser conscientes de sus acciones y a asegurarse de que sus reuniones reflejen el amor y la unidad que son centrales en la fe cristiana. Al abordar este problema, Pablo anima a los creyentes a examinar su propio comportamiento y a esforzarse por construir una comunidad donde todos sean valorados e incluidos, reflejando el amor inclusivo de Cristo.