David, reconociendo sus propias limitaciones y el plan divino, llama a su hijo Salomón para que asuma la monumental tarea de construir un templo para el Señor. Esta encomienda no solo es una transferencia de responsabilidad, sino también un testimonio de la fe y obediencia de David a la voluntad de Dios. El templo representa un lugar central de adoración y un símbolo de la presencia de Dios entre Su pueblo. Al confiar a Salomón esta tarea, David asegura que la adoración a Dios continúe y florezca en Israel. Este momento es crucial, ya que significa una transición del reinado de David al de Salomón, enfatizando la importancia de preparar a la próxima generación para llevar adelante la obra de Dios. También refleja la creencia de que Dios equipa y llama a las personas para propósitos específicos, y que cumplir con estos propósitos requiere fe, dedicación y el apoyo de la comunidad. Este pasaje anima a los creyentes a ser administradores fieles de las tareas que Dios les asigna y a nutrir y guiar a aquellos que seguirán sus pasos, asegurando la continuidad de la fe y la devoción.
Y llamó David a Salomón su hijo, y le mandó que edificase casa a Jehová, Dios de Israel.
1 Crónicas 22:6
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