Después de una feroz batalla, los filisteos regresaron al campo de batalla para despojar a los muertos de sus posesiones, una práctica habitual en tiempos antiguos. Descubrieron los cuerpos de Saúl, el primer rey de Israel, y de sus hijos en el monte Gilboa. Este hallazgo no solo fue un momento de victoria para los filisteos, sino también un símbolo del final del problemático reinado de Saúl. La muerte de Saúl marcó un punto de inflexión significativo para la nación de Israel. Fue un momento de luto nacional y reflexión, mientras los israelitas lidiaban con la pérdida de su rey y las implicaciones para su futuro.
La narrativa subraya las consecuencias de la desobediencia de Saúl a Dios y la naturaleza efímera del poder y la gloria humanos. A pesar de su promesa inicial, el reinado de Saúl estuvo marcado por una serie de malas decisiones y fracasos en seguir los mandatos de Dios. Este trágico final sirve como un recordatorio conmovedor de la importancia de la fidelidad y la obediencia a Dios. Para los israelitas, fue un tiempo para mirar hacia adelante a un nuevo liderazgo bajo David, quien eventualmente uniría las tribus y establecería un reino más estable.