En este pasaje, Dios se dirige a través del profeta Zacarías al pueblo y a los sacerdotes sobre sus prácticas de ayuno. Durante setenta años, observaron ayunos en el quinto y séptimo mes, probablemente conmemorando eventos significativos en su historia. Sin embargo, Dios cuestiona la sinceridad de su devoción, preguntando si su ayuno era realmente para Él. Esto resalta un aspecto crítico de la vida espiritual: la importancia de la intención genuina detrás de las prácticas religiosas.
La pregunta de Dios sirve como un recordatorio de que los rituales y las tradiciones, aunque valiosos, no deben convertirse en gestos vacíos. En cambio, deben ser expresiones de un corazón sincero dedicado a Dios. Este pasaje anima a los creyentes a reflexionar sobre sus propias prácticas espirituales, asegurándose de que su adoración no sea solo una rutina, sino una verdadera ofrenda a Dios. Subraya la idea de que Dios desea una relación con su pueblo, una que esté marcada por la autenticidad y la devoción sentida, en lugar de una mera adherencia a la tradición.