Este versículo nos recuerda la naturaleza imparcial de Dios. A diferencia de los humanos, que a menudo muestran favoritismo basado en el estatus, la riqueza o el poder, Dios no se asombra de nadie, sin importar su grandeza terrenal. Él es el creador tanto de los pequeños como de los grandes, y considera a todas Sus creaciones con igual cuidado y atención. Este mensaje es un poderoso recordatorio de la justicia y la igualdad divina, enfatizando que a los ojos de Dios, nadie es inherentemente más valioso que otro. Nos desafía a reflexionar sobre nuestros propios prejuicios y nos anima a tratar a los demás con equidad y respeto, reconociendo que todos son iguales ante Dios. Esta perspectiva es reconfortante, ya que nos asegura que el amor y la justicia de Dios no están influenciados por jerarquías o distinciones humanas. En cambio, Su preocupación y consideración se extienden a todos, asegurando que cada persona sea valorada y apreciada en Su plan divino.
Porque el que es grande en sabiduría, será grande en poder; y el que es poderoso, será fuerte en virtud.
Sabiduría 6:6
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