Comunicar con alguien que no está receptivo o atento puede ser tan ineficaz como contar una historia a alguien que está medio dormido. Esta analogía subraya la importancia del discernimiento en la comunicación. Al compartir historias o sabiduría, es crucial considerar la disposición y apertura de nuestra audiencia. De lo contrario, nuestros esfuerzos pueden ser en vano, ya que el oyente podría no comprender o recordar el mensaje. Esta reflexión nos anima a ser pacientes y a discernir, eligiendo los momentos y métodos adecuados para compartir nuestros pensamientos. También nos recuerda cultivar nuestra propia atención y comprensión, para poder involucrarnos plenamente con la sabiduría que otros comparten. Al hacerlo, creamos oportunidades para intercambios significativos que enriquecen nuestras vidas y las de quienes nos rodean.
El que enseña a un necio es como el que le echa un lazo a un perro.
Eclesiástico 22:8
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