El mensaje de Pablo aquí es una continuación de su argumento de que toda la humanidad, sin importar su trasfondo cultural o religioso, está igualmente necesitada de la gracia de Dios. Se pregunta retóricamente si los judíos tienen alguna ventaja sobre los gentiles en términos de justicia, y responde enfáticamente que no la tienen. Esta afirmación elimina cualquier sentido de superioridad basado en la herencia o la ley religiosa, enfatizando que el pecado afecta a todos por igual.
Al afirmar que tanto judíos como gentiles están bajo el poder del pecado, Pablo está nivelando el campo de juego, por así decirlo. Este es un punto crucial en su carta, ya que establece el escenario para la universalidad del mensaje del evangelio. La implicación es que, dado que todos son igualmente pecadores, todos son igualmente necesitados de salvación, que se ofrece a través de Jesucristo. Esta enseñanza anima a los creyentes a acercarse unos a otros con humildad y compasión, reconociendo que nadie es inherentemente mejor que otro. También invita a todas las personas a buscar perdón y transformación a través de la fe, destacando la naturaleza inclusiva del mensaje cristiano.