Pablo aborda la imparcialidad del juicio de Dios, enfatizando que se aplica a todas las personas, sin importar su origen étnico o religioso. La mención de judíos y gentiles refleja el contexto cultural de la comunidad cristiana primitiva, donde ambos grupos coexistían. Pablo deja claro que la justicia de Dios es universal y que todos somos responsables de nuestras acciones. Esto sirve como una advertencia contra la complacencia y un recordatorio de que las malas acciones conducen a la tribulación y angustia.
La frase "primeramente para el judío, y también para el griego" indica el orden de revelación y responsabilidad, ya que los judíos fueron los primeros en recibir la ley de Dios. Sin embargo, también subraya que los estándares de Dios son los mismos para todos, y nadie está exento de las consecuencias de las acciones malvadas. Este mensaje es un llamado a la autoexaminación y un recordatorio de la importancia de vivir una vida alineada con la voluntad de Dios. Anima a los creyentes a esforzarse por la justicia, sabiendo que el juicio de Dios es justo y equitativo.