Juan, el apóstol, relata su experiencia al recibir visiones extraordinarias de Dios. En un momento de asombro y reverencia, cae para adorar a los pies del ángel que le había mostrado estas revelaciones. Esta acción subraya una inclinación humana común de honrar al mensajero en lugar de a la fuente última, que es Dios. El ángel, como se describe en los versículos siguientes, redirige la adoración de Juan hacia Dios, enfatizando que la adoración debe reservarse solo para el Creador. Este pasaje sirve como un poderoso recordatorio para los creyentes de mantener su enfoque en Dios, incluso cuando se enfrentan a manifestaciones impresionantes. Ilustra la importancia del discernimiento en las experiencias espirituales, asegurando que todo honor y gloria se dirijan hacia Dios. La reacción de Juan también refleja la naturaleza abrumadora de los encuentros divinos, recordándonos la humildad y reverencia que tales experiencias pueden inspirar. Esta narrativa anima a los cristianos a buscar una conexión más profunda con Dios, reconociéndolo como la verdadera fuente de toda sabiduría y revelación.
Yo, Juan, soy el que oyó y vio estas cosas; y después que oí y vi, caí para adorar ante los pies del ángel que me mostraba estas cosas. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
Apocalipsis 22:8
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