Este versículo invita a toda la creación a participar en una gran celebración de la gloria de Dios. Los cielos, la tierra y el mar son personificados, cada uno respondiendo con alegría y regocijo. Esta imagen sugiere una respuesta armoniosa y universal a la presencia de Dios, donde cada parte de la creación reconoce Su grandeza. La alegría de los cielos y la felicidad de la tierra simbolizan la inmensidad del alcance de Dios y la inclusividad de Su amor. El mar resonando con todo lo que hay en él destaca la profundidad y riqueza de la respuesta de la creación a Dios. Este versículo anima a los creyentes a verse a sí mismos como parte de este gran tapiz de alabanza, donde cada elemento del mundo natural se une en adoración. Sirve como un recordatorio de la interconexión de todas las cosas bajo el cuidado de Dios y la alegría que proviene de reconocer Su soberanía. Al alinearnos con esta celebración cósmica, encontramos un sentido más profundo de propósito y pertenencia en el orden divino.
Alégrese el cielo, y gócese la tierra; y digan entre las naciones: Jehová reina.
Salmos 96:11
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