En este versículo, el salmista nombra varios grupos que históricamente fueron hostiles hacia Israel: los edomitas, los ismaelitas, Moab y los hagarenos. Estos nombres representan una coalición de naciones que buscaban hacer daño al pueblo elegido de Dios. El salmo, en su totalidad, es una súplica por intervención divina contra estos adversarios. Refleja la realidad de las luchas geopolíticas de Israel y la constante amenaza de las naciones circundantes. La llamada del salmista por la justicia de Dios no es solo un grito de protección, sino también una afirmación de fe en la autoridad y justicia supremas de Dios.
El contexto histórico de estas naciones añade profundidad al salmo, ya que cada una tenía su propia historia de conflicto con Israel. Edom, descendiente de Esaú, tuvo una rivalidad prolongada con Israel. Los ismaelitas, descendientes de Ismael, también tuvieron relaciones complejas con Israel. Moab, a menudo en desacuerdo con Israel, y los hagarenos, un grupo menos conocido, simbolizan las presiones externas que enfrentó el pueblo de Dios. Este versículo, aunque enumera adversarios, apunta en última instancia al tema perdurable de confiar en la liberación y justicia de Dios, animando a los creyentes a permanecer firmes en la fe en medio de las pruebas.