En este versículo, el salmista recuerda los poderosos actos de liberación de Dios y su supremo poder sobre la creación. La imagen de dividir el mar y derrotar a un monstruo marino está llena de simbolismo. En las culturas del antiguo Cercano Oriente, el mar a menudo representaba el caos y el peligro, mientras que los monstruos marinos eran vistos como amenazas formidables. Al describir a Dios como quien divide el mar y aplasta al monstruo, el salmista enfatiza la fuerza y autoridad incomparables de Dios sobre todas las fuerzas del caos y el mal.
Esta representación de Dios como un guerrero divino que trae orden del caos está destinada a inspirar confianza en su capacidad para proteger y liberar a su pueblo. Sirve como un recordatorio de que Dios no es distante ni indiferente, sino que está activamente involucrado en el mundo, capaz de superar cualquier obstáculo. Para los creyentes, esta certeza del poder y la presencia de Dios puede ser una fuente de consuelo y esperanza, animándolos a confiar en su capacidad para traer justicia y paz en sus vidas y en el mundo.