Las maravillas de Dios son tan magníficas que llenan toda la tierra de asombro. Este versículo captura el reconocimiento universal de la majestad de Dios, visible en el mundo natural. Desde la primera luz del amanecer hasta los tonos desvanecidos del ocaso, cada parte de la creación responde a la presencia de Dios con alegría. La imagen de la mañana y la tarde resalta la constancia de la influencia de Dios y el ciclo perpetuo de alabanza que surge de Su creación. Este pasaje nos invita a detenernos y reflexionar sobre la belleza y el orden del mundo, animándonos a ver la mano de Dios en los milagros cotidianos que nos rodean. Sirve como un recordatorio de que la alegría y la reverencia son respuestas adecuadas a la obra del Creador, y nos llama a unirnos al coro de la creación, celebrando la maestría divina que nos rodea. Al reconocer las maravillas de Dios, somos atraídos a una apreciación más profunda de Su poder y amor, que son evidentes en el mundo que ha creado.
Los que habitan en los extremos de la tierra están atemorizados de tus maravillas; de donde sale el alba y el ocaso, tú los haces cantar de alegría.
Salmos 65:8
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