Este versículo pinta una imagen vívida del asombro y el temor que la presencia de Dios puede inspirar en aquellos que se oponen a Él. La ciudad, que representa al pueblo de Dios y su morada, se mantiene fuerte y segura bajo Su protección. Cuando los adversarios se acercan, son impactados por la fortaleza de la ciudad, que es un reflejo directo del poder y la majestad de Dios. Esta reacción de huir aterrados significa la naturaleza abrumadora de la defensa de Dios, que es tan formidable que provoca que los enemigos retrocedan sin confrontación.
Esta imagen sirve como un poderoso recordatorio de la seguridad y la paz que provienen de estar bajo el cuidado de Dios. Los creyentes pueden encontrar consuelo al saber que Dios es un protector poderoso, capaz de rechazar cualquier amenaza. El versículo anima a tener fe y confianza en la capacidad de Dios para salvaguardar a Su pueblo, asegurándoles que, sin importar cuán desafiantes sean las circunstancias que enfrenten, la presencia de Dios es una fuente de fortaleza y refugio. Es un llamado a reconocer el poder divino que vela y preserva a quienes son fieles.