Recordar las maravillas y milagros que Dios ha realizado es una práctica poderosa que nutre la fe y la gratitud. Este acto de recordar nos recuerda el inmenso poder de Dios y su fidelidad inquebrantable a lo largo de la historia. Al reflexionar sobre estos actos divinos, los creyentes son alentados a confiar en la presencia y guía continua de Dios en sus vidas. Esta reflexión también destaca la justicia de Dios, recordando a las personas la importancia de vivir de acuerdo con sus principios.
En tiempos de duda o dificultad, recordar las obras pasadas de Dios puede proporcionar esperanza y consuelo. Sirve como un testimonio de su capacidad para intervenir y provocar cambios, incluso en situaciones que parecen imposibles. Este versículo invita a los creyentes a mantener las obras de Dios en el centro de sus pensamientos, fomentando una conexión más profunda con Él y reforzando la creencia de que el mismo Dios que realizó grandes actos en el pasado sigue activo y presente en sus vidas hoy. Al hacerlo, las personas pueden encontrar fuerza e inspiración en el conocimiento de que son parte de una historia más grande de amor y intervención divina.