En este versículo, el apóstol Pablo expresa una verdad profunda sobre la fuente de su fortaleza. Reconoce que su capacidad para soportar y lograr todas las cosas no proviene de su propio poder, sino de Cristo que lo fortalece. Esta afirmación está enraizada en el contexto de la vida de Pablo, donde enfrentó numerosas dificultades y desafíos. A pesar de estas adversidades, descubrió que su relación con Cristo le proporcionaba la fuerza necesaria para perseverar.
El mensaje es universal y atemporal, ofreciendo aliento a los creyentes de que también pueden confiar en la fortaleza de Cristo en sus propias vidas. Habla de la idea de que las limitaciones humanas se superan a través del empoderamiento divino. Este versículo asegura a los cristianos que no están solos en sus luchas y que pueden recurrir a una fuente de fortaleza que es mayor que ellos mismos. Invita a los creyentes a confiar en la capacidad de Dios para sostenerlos y apoyarlos, sin importar los desafíos que enfrenten, y a abordar la vida con confianza y fe.