En el desierto, se les otorgó a los levitas la responsabilidad especial de acampar alrededor del tabernáculo, que era el lugar donde residía la presencia de Dios entre los israelitas. Este arreglo no solo era práctico, sino que también tenía un profundo simbolismo. Los levitas actuaban como una barrera protectora, asegurando que la santidad del tabernáculo se preservara y que los israelitas cumplieran con las leyes y rituales que Dios había establecido. Su papel era prevenir cualquier acceso no autorizado al espacio sagrado, lo que podría resultar en la ira divina debido a la violación de la santidad del tabernáculo.
El deber de los levitas subraya la importancia de contar con individuos dedicados que sirvan como líderes espirituales y cuidadores dentro de una comunidad de fe. Su presencia permitía a los israelitas concentrarse en su relación con Dios, sabiendo que los levitas estaban gestionando los aspectos sagrados de la adoración. Este sistema enfatiza la necesidad de orden y reverencia al acercarse a Dios, recordando a los creyentes la santidad de la presencia divina y el cuidado necesario para mantener una relación con lo sagrado. También refleja el principio más amplio de la responsabilidad comunitaria, donde cada miembro tiene un papel en apoyar el bienestar espiritual del conjunto.