En el bautismo de Jesús, ocurre un momento profundo cuando Dios habla desde el cielo, afirmando a Jesús como Su Hijo amado. Esta declaración es significativa por varias razones. En primer lugar, marca el inicio del ministerio público de Jesús, estableciendo el escenario para Su misión en la tierra. La voz del cielo es un poderoso testimonio de la identidad divina y la autoridad de Jesús, asegurando a los presentes—y a los creyentes futuros—sobre Su papel único en el plan de Dios.
La frase "en quien tengo complacencia" subraya la profunda relación amorosa entre Dios Padre y Jesús. Refleja la completa aprobación y deleite del Padre en Jesús, no solo como Su Hijo, sino también en la misión que Jesús está a punto de emprender. Este momento sirve como un respaldo divino a las enseñanzas y acciones de Jesús, animando a los creyentes a seguirlo con confianza.
Para los cristianos, este pasaje es un recordatorio de la importancia de buscar la aprobación de Dios y vivir de una manera que le agrade. También resalta el amor y la afirmación que Dios ofrece a todos Sus hijos, invitándolos a una relación marcada por el amor y la aceptación.