En este momento, Juan el Bautista se enfrenta a la inesperada solicitud de Jesús de ser bautizado. Juan, conocido por su papel en llamar a la gente al arrepentimiento y preparar el camino para el Mesías, se encuentra en una posición en la que se siente indigno. Reconoce el estatus espiritual superior de Jesús y se pregunta por qué Jesús vendría a él para ser bautizado. Esta interacción es significativa, ya que subraya la humildad tanto de Juan como de Jesús.
La humildad de Juan es evidente en su reconocimiento de la autoridad divina de Jesús, mientras que la humildad de Jesús se manifiesta en Su disposición a someterse al bautismo, un rito asociado con el arrepentimiento, a pesar de ser sin pecado. Este acto de Jesús simboliza Su identificación con la humanidad y Su compromiso de cumplir con toda justicia. También marca el inicio de Su ministerio público, estableciendo un ejemplo de obediencia a la voluntad de Dios. Este pasaje anima a los creyentes a abrazar la humildad y reconocer la grandeza del plan de Dios, incluso cuando desafía nuestra comprensión.