En este momento, Jesús se presenta a las mujeres que habían ido a su tumba, marcando el primer encuentro con el Cristo resucitado. Su saludo, "¡Salve!", está lleno de calidez y familiaridad, mostrando que, incluso en su estado glorificado, Jesús sigue siendo accesible y personal. La respuesta de las mujeres es inmediata e instintiva; se postran a sus pies y lo adoran, reconociendo su divinidad y el milagroso cumplimiento de su promesa de resucitar. Este encuentro es significativo, ya que confirma la verdad de la resurrección, un pilar de la fe cristiana. También subraya el poder transformador de la victoria de Jesús sobre la muerte, trayendo esperanza y alegría a sus seguidores. Además, este pasaje destaca el papel de las mujeres como las primeras testigos de la resurrección, un testimonio de su importancia en la comunidad cristiana primitiva. La aparición de Jesús ante ellas es un recordatorio poderoso de su amor inclusivo y de la ruptura de normas sociales, invitando a todos a una relación con él. La escena es un momento profundo de adoración, reconocimiento y alegría, encapsulando la esencia de la Pascua y la esperanza que trae a los creyentes.
Y mientras iban, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.
Mateo 28:9
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