El rasgarse del velo del templo en el momento de la muerte de Jesús es un símbolo poderoso del nuevo pacto establecido a través de Su sacrificio. En el templo judío, el velo separaba el Lugar Santísimo, el lugar más sagrado donde habitaba la presencia de Dios, del resto del templo. Solo el sumo sacerdote podía entrar en esta área, y solo una vez al año. El rasgarse del velo significa que, a través de la muerte de Jesús, se ha eliminado la barrera entre Dios y la humanidad, otorgando a todos los creyentes acceso directo a Dios.
Este evento marca un momento crucial en la teología cristiana, enfatizando el fin del antiguo pacto y el establecimiento de una relación nueva y más personal con Dios. El terremoto y la ruptura de las rocas que acompañan este evento resaltan aún más la naturaleza dramática y conmovedora de lo sucedido. Estos fenómenos naturales sirven como una confirmación divina de la importancia de la muerte de Jesús, ilustrando el profundo impacto que tiene en el mundo y en la vida espiritual de los creyentes. A través de Jesús, el camino hacia Dios ahora está abierto para todos, invitando a cada persona a una relación más cercana e íntima con el Creador.