Después de la Última Cena, Jesús y sus discípulos cantaron un himno y luego se dirigieron al Monte de los Olivos. Este acto de cantar un himno era una parte habitual de las celebraciones judías de la Pascua, probablemente involucrando el canto de los Salmos de Hallel (Salmos 113-118). Este momento subraya el papel de la adoración en la vida de Jesús y sus seguidores, sirviendo como una fuente de fortaleza y unidad. El Monte de los Olivos, un lugar que Jesús frecuentaba para orar, se convierte en el escenario de los eventos que conducen a su arresto. Esta transición de una comida compartida a un lugar de oración resalta la importancia de la preparación espiritual ante las pruebas. Enfatiza el valor de la comunidad y la adoración en el fomento de la resiliencia y la fe, recordando a los creyentes la paz y la fortaleza que se encuentran en la adoración y la oración comunitaria, especialmente en tiempos de incertidumbre y desafío.
Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
Mateo 26:30
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