En medio de la oración, Jesús sufre una transformación notable, conocida como la Transfiguración. Su rostro cambia y su vestimenta se vuelve brillantemente blanca, como un destello de relámpago. Este evento es significativo porque revela la naturaleza divina y la gloria de Jesús, ofreciendo un vistazo a su majestad celestial. La Transfiguración ocurre en presencia de tres de sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan, lo que resalta la importancia de ser testigos y compartir experiencias divinas dentro de una comunidad de fe.
Este momento subraya el poder de la oración y su capacidad para conectarnos con lo divino. Nos recuerda que a través de la oración, los creyentes pueden experimentar profundas percepciones espirituales y transformaciones. El brillo deslumbrante de la apariencia de Jesús simboliza pureza, santidad y la presencia de Dios. Para los cristianos, este evento fomenta un compromiso más profundo con la oración y la fe, confiando en que tales prácticas pueden llevar a una mayor comprensión y cercanía con Dios. También asegura a los creyentes la autoridad divina de Jesús y su papel como mediador entre la humanidad y Dios.